Cuando despertó, el dinosaurio todavía estaba allí. – Turcios & Asociados (2024)

Inicio este artículo citando el célebre microcuento del gran literato Augusto Monterroso. Su obra es maravillosa, pues nos permite hacer volar nuestra imaginación, aplicando el microrelato a diversas situaciones de la vida corriente. La palabra “todavía” nos permite tres interpretaciones: que antes de dormir había un dinosaurio, y al despertar, éste seguía allí; que alguien se encontraba soñando con un dinosaurio, y al despertar, éste se encuentra presente; finalmente, que el dinosaurio era quien dormía y ahora ha despertado en el mismo lugar.

Asimismo, diversas son las interpretaciones que se le han dado al personaje principal del cuento (el dinosaurio), muchas veces se ha pensado que el autor se refiere a una institución, otras que a una persona, y muchos más, consideran que el dinosaurio representa problemas o situaciones de la vida. La interpretación más conocida, es la que señala que el dinosaurio del cuento es el Partido Revolucionario Institucional (PRI) de México, el cual, llevaba más de 70 años en el poder cuando se escribió la obra, y por su antigüedad, el gobierno de dicho partido era comparado popularmente con un dinosaurio.

Igual ocurre para el caso de las empresas familiares, cabrían diversas interpretaciones del cuento, pero en esta publicación, me detendré en la que considero más común: haremos de cuenta que el dinosaurio del microrrelato es un gran problema. No vamos a nominar el problema en particular, porque en las Empresas Familiares hay diversidad de situaciones complejas del tamaño de un dinosaurio.

Casi en todas las Empresas Familiares existe un dinosaurio, y se encuentra rondando sus pasillos e instalaciones; está presente las Juntas Directivas y Asambleas de Socios, inclusive se pasea por la sala de la casa. Los dueños, socios, directores y familiares parecen no darle importancia; no se asustan al verlo, no temen pasar a su lado, inclusive, han aprendido a vivir con él. En algún momento, ya lejano, el accionista mayoritario pensaba: en cualquier momento la bestia podría destruirnos, pero con el tiempo, se ha autoengañado: eso nunca ocurrirá en esta empresa. Los años pasan, décadas quizás, y cuando menos lo esperan, el dinosaurio ha empezado a destruir todo lo que encuentra a su paso. Ahora se lamentan diciendo: si tan solo nos hubiésemos ocupado de lidiar con el dinosaurio antes

Como mencioné, muchos podrían ser los dinosaurios que rondan en la empresa. Yo trataré de mencionar algunos de ellos. El primero, y más común, podríamos decir que es retrasar la sucesión de la Empresa Familiar. Por sucesión no me refiero únicamente a la parte patrimonial, sino también el control en la toma de decisiones o gobernanza. Tengo siempre presente, el caso de una empresa guatemalteca a la que pude asesorar hace unos años. El fundador creó una empresa líder en su giro, creciendo siempre en volumen de ventas, calidad y prestigio. Veían como lejana, y poco probable, la muerte del padre de familia. Ocurrió aquello, mucho antes de lo esperado, y sin herramientas jurídicas ni de sucesión patrimonial. Mucho menos se normó la transición del gobierno corporativo a la siguiente generación. La empresa pasó de tener una sola cabeza, a tener ocho personas con voto. 15 años pasaron arreglando el proceso sucesorio y peleando sobre el control del negocio familiar. Aunque tarde, lograron todavía vencer a la bestia, pero a costa de mucho sufrimiento y deterioro emocional y familiar.

Otro dinosaurio terrible es el nepotismo. Es decir, la selección de puestos directivos o inferiores, tomando en cuenta únicamente el parentesco, dejando a un lado el principio del mérito y la capacidad para ejercer el cargo. Conozco el caso de un empresario, que decidió poner al mando de uno de sus negocios a su hijo mayor, quien tenía conocimientos académicos, pero nula experiencia. Decidieron despedir al director ejecutivo del negocio, tratando de forzarlo a suscribir acuerdos de no competencia, a cambio de ciertas indemnizaciones. Éste decidió no firmar ni aceptar suma de dinero alguna, y luego de año y medio de penas económicas, pero de arduo trabajo y planificación, montó una empresa del mismo giro, juntamente con otros inversionistas extranjeros. Ahora ésta es la empresa líder del mercado.

Otro dinosaurio, común en las empresas de segunda y subsiguientes generaciones, es hacer de menos a los accionistas que no trabajan dentro del negocio. Para vislumbrar a este dinosaurio, se debe tener clara la diferencia entre propiedad y gestión. Muchas veces, los familiares que trabajan dentro de la empresa consideran que solo ellos tienen derecho a percibir frutos dinerarios del negocio, pero se les olvida el derecho del accionista, y pasan décadas sin repartir dividendos. Sé de varios casos en los que, accionistas que no trabajan en el negocio familiar, han preferido vender sus acciones a precios muy bajos usando la siguiente lógica que he escuchado un sinnúmero de veces: “de qué me sirve tener en mis manos un título de acciones que dice valer mucho, pero en todo este tiempo no he recibido nada más que falsas expectativas. Inclusive, en casos de falta de unidad, he visto como ofrecen a la competencia las acciones, quienes están dispuestos a pagar por ellas más de lo que se cree que valen, con tal de tener oídos en las Asambleas y ojos sobre los estados financieros.

Finalizo este artículo exhortando a los empresarios a detectar los dinosaurios que se encuentran rondando su entorno empresarial y familiar. Lo anterior para que puedan darle la atención que merecen, previendo con diligencia los escenarios futuros y evidentes, como podría ser la muerte de uno de los socios. Existen, para ello, distintos instrumentos y herramientas efectivas, que permiten una correcta planificación y orden de la gobernanza del negocio y del patrimonio familiar.

José R. Turcios

Consultor de Empresas
Familiares y Gobierno Corporativo

joseturcios@turciosyasociados.com

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